Estoy harta.
“España es un gran país”. “Vamos a salir de esta unidos”. “Somos grandes”.
Y una mierda.
Estoy harta.
“España es un gran país”. “Vamos a salir de esta unidos”. “Somos grandes”.
Y una mierda.
Yo, que no soy nada y lo soy todo. Yo, que llevo siglos habitando este lugar, nunca me he atrevido a formular palabra. Ahora, que siento en mis entrañas el peso de una larga y dolorosa vida, me planto aquí, delante de ti, para hacerte llorar. Sí. Hacerte llorar. No veo que tanta maldad merezca otra cosa. Sigue leyendo
Un cable de luz se desprendió del poste y cayó en mitad del campo. El primer cultivo verde que había crecido en estas tierras ardía imperioso ante nosotros. El crepitar del maíz consumiéndose nos hizo entender que aquel invierno tampoco comeríamos. Sigue leyendo
Jamás ha visto tantas luciérnagas. No es época. Tampoco lugar. Sin embargo, ahí están. Son de color verde atómico. El pequeño Adler intenta atraparlas con las manos.
– ¡Papá, tienes una en la cabeza! Sigue leyendo
Ayúdame a corregirla. Sigue leyendo
Una gota me lo recordó: nunca te vencen si eres sólida, fría e irrompible; nunca desapareces si en ocasiones no tienes forma, fluyes hacia donde la vida va y te permites ser traslúcida; Sigue leyendo
Nadie escuchaba la lluvia. ¿Por qué? Caía con tanta fuerza que me perforaba los tímpanos. Los tejados se quejaban con cada gota. Sufrían. Y yo con ellos. Sigue leyendo
Siento nubes. Nubes densas, oscuras, de un gris oxidado tan metálico que las torna impenetrables. Están por todas partes. Absorben mis pensamientos y los convierten en ruido. Intoxican mis sueños, alimentan mis miedos, me transforman en preocupación y llanto. Se llevan mis ganas. Se las llevan y las devoran para hacerse más fuertes. Sigue leyendo
El cielo está oscuro. No es de noche, aunque lo parece. Solo el sonido del viento, desorientado y torpón, se escucha cuando molesta a los árboles que hay en el centro de la avenida. Es un viento aislado, excéntrico, que se queda bailando en las faldas de las jacarandas, como si lo hubiese elegido, y no inunda el resto de la calle de ráfagas impertinentes. Yo no puedo sentirlo en la piel, tampoco verlo. Pero sé que existe, sé que está, porque puedo apreciar los efectos que provoca en las ramas de los árboles. Como tantas otras experiencias casi olvidadas en mi vida, sé que existieron, sé que fueron, porque siento día tras día sus consecuencias en mi forma de actuar. Sigue leyendo