Una gota me lo recordó: nunca te vencen si eres sólida, fría e irrompible; nunca desapareces si en ocasiones no tienes forma, fluyes hacia donde la vida va y te permites ser traslúcida; nunca pierdes si, cuando la realidad enferma y gangrena, te elevas al cielo convertida en algo etéreo, tan abstracto que no puede definirse, tan necesario que no puede evitarse. Ella me lo recordó: nunca mueres si aprendes a ser agua.