El joven del abrigo negro y la bufanda gris respiró aliviado al ver cómo el pretendiente número 103 salía despavorido ocultando las lágrimas. “Cuando entres, hijo mío, concéntrate y confía en ti mismo”. Ese consejo resonaba en su cabeza en el momento en el que le tocó el turno a él. Se aproximó con sigilo al altar y miró casi sin ver nada, cegado por los nervios, a aquella silueta oscura de la que manaba una luz y una energía que lo dejaban totalmente obnubilado.
“Acérquese, joven. Inténtelo y él será quien decida”. Cogió aire con mucha calma y subió los tres escalones, recordando todas las técnicas que durante años había practicado para ser aceptado. La única luz en toda la habitación caía sobre el altar, y pudo ver cómo su cuerpo al aproximarse proyectaba una sombra oscura y deforme en todas las paredes. “Es el momento”, dijo en voz alta. Humedeció con el aliento el dedo índice, lo miró con esperanza y lo posó sobre el único botón circular de aquel aparato.
Los segundos posteriores parecieron milenios, y el tiempo se detuvo cuando lo supo:
“ID iPhone desconocida. Usuario rechazado”.