Una hoja entró por la ventana y cayó en mitad del escritorio, pero nadie en toda la oficina levantó la mirada de la pantalla del ordenador. Seguían aporreando sus teclados, absortos en datos y tareas que, carentes de cualquier sentido, solo servían para anestesiar su lado animal. Ella, sin embargo, se detuvo y miró la hoja con gesto contrariado. Hacía varios siglos que los árboles habían dejado de poblar la superficie de la Tierra.