– No podremos salir del castillo hasta el próximo Halloween.
– ¿Por qué, mamá?
– ¿Tú no quieres el mejor disfraz?
El niño mira, con tristeza e ilusión contenida, a los ojos ennegrecidos de su madre.
– Claro, quiero sorprender a mis amigos.
– Venga, pues trae las telas y el hilo de coser. ¡Están en la alcoba del príncipe!
Cuando el niño desaparece, la mujer se encoje, aprieta contra el estómago sus puños y se araña con violencia el vientre.
– ¡Ya lo tengo todo, mamá! Pero, una cosa: ¿qué día es Halloween? Yo quiero salir de aquí.
– Cuando dejemos de oír esas explosiones, cariño. Entonces, será Halloween.
Me gusta. Traído a nuestro presente… sería… cuando dejen de aplaudir será Halloween.