Los humanos nunca entendieron nada. Bajo la cúpula celeste, una cúpula que creyeron hierática e inmutable durante siglos, se sintieron el centro del universo. Se esforzaron por encontrar la luz. Una luz que brotaba del conocimiento caducado. El conocimiento de la fe. Tan fuerte quisieron creer en la existencia de un cielo divino que este terminó existiendo. Nunca una creencia había conseguido algo tan grandioso: ser la causa de su ser. Los humanos se esmeraron en limpiar sus almas y sus manos de los actos más impuros para conseguir lo anhelado. Para conseguir la salvación. Lo que nunca supieron es que, cegados por una fe obsesiva dirigieron sus miradas hacia el lugar equivocado. No pudieron ver, porque no quisieron hacerlo, la luz que tímidamente asomaba por el otro lado. La luz de la realidad. La luz del exterior que amenazaba con filtrarse en sus cabezas. No quisieron reconocer que era el miedo el que los guiaba hacia el lugar equivocado. Siguieron creyendo en aquel conocimiento caducado.
Tal vez a esas almas impuras esas creencias les den algo de paz.
La búsqueda del sentimiento de paz es natural. Pero yo no quiero hacerlo a costa de no ver la verdad. ¡Gracias por pasarte por aquí!
De acuerdo. Pero no creas que es tan sencillo para cualquiera.
Y ahí está la magia