La vistieron con sus mejores galas antes de partir. Cubrieron de color su rostro. Un color cálido, apacible, tranquilo. El color de la vida.
Lo que ella descubriría minutos después es que allá donde iba no necesitaría más que la pureza en su corazón y su alegría en los bolsillos. Lo que ella sí sabía es que fuera donde fuera protegería por siempre a las personas que más la quieren. Diario de una despedida. Una despedida que será sin lugar a dudas un hasta pronto.