Ni siquiera se terminó el plato que la camarera le puso en la mesa. Ni siquiera probó un poco de aquel vino dulzón que tanto le habían recomendado. Ni la felicidad hipócrita de las personas que le rodeaban entre conversaciones banales y etiquetas de prestigio hacían que dejara de sentirse como una niña en una clase de universidad.
Empezaba a pensar que el tren había olvidado sus paradas. Que nunca se detendría. Y que siempre terminaría fingiendo una sonrisa forzada en sus labios como todos y cada uno de los seres casi inmortales que compartían dimensión con ella. Lo peor de todo es que ya había dejado de preguntarse el por qué.
Textos cortos. Textos concisos. Abstractos. Que nadie entiende. Que cada uno le da un sentido. Un sentido que a fin de cuentas termina siendo el mismo. Me encanta como escribes. Ademas este texto tiene la capacidad de que todo el mundo pueda tomarlo como propio. Como hecho a medida.
Muchas gracias por tu apoyo, aprecio mucho esta valoración. Me alegra ver que estas pequeñas historias terminan fluyendo con cada persona que las lee. Un abrazo. Andrea